Los videojuegos en el capitalismo; una propuesta para la economía basada en recursos

Cuando mi hermano pequeño se vino a vivir conmigo por primera vez, estaba en la edad del pavo y casi sólo tenía en su cabeza videojuegos y cómics. Yo trataba de que perdiese un poco menos de tiempo en esas cosas y las dedicase a otras más fructíferas, como estudiar, leer libros, irse de viaje, y lo típico. Lo siguiente es aproximadamente la conversación que tuve con él, que tuvo lugar antes de yo conocer las ideas del Proyecto Venus:

– Mira, los videojuegos de ahora no están hechos para que tú te diviertas de verdad y lo pases todo lo bien que lo puedas pasar, sino que están hechos para que pierdas el tiempo en ellos. Por ejemplo, cuando te obligan a subir a tu personaje de nivel 1 al 99 y mientras tanto recolectar miles y miles de moneditas para comprar. Eso no es lo que debes hacer en los videojuegos.

Mi hermano por entonces tenía un vicio al World of Warcraft, un juego que puede durar toda tu vida porque siempre hay algo que hacer, desbloquear, o comprar, y no precisamente cosas divertidas. Él jugaba en servidores piratas que, al menos, le permitían subir de nivel a una velocidad múltiple de los servidores originales.

– Es que si no, no puedo jugarlos bien. Me tienen bloqueados los personajes desde el principio, o todos los objetos, o cualquier otra cosa, y me tengo que tirar horas sólo para una tontería a la vez.

– Pues yo te digo cómo ahorrarte todo eso, experimentar los videojuegos en todo su esplendor, y luego tener tiempo de sobra para aburrirte empollando libros, que es lo que tienes que hacer. Mira como tengo aquí la Wii.

Le enseño el Loader de juegos, y también el Ocarina, un programa de escritura en memoria que altera los valores de algunos de los parámetros de los videojuegos.

– Con este programa puedo poner que el dinero que obtengas al principio sea infinito, así que ya te ahorras la primera parte del problema: conseguir dinero. Normalmente para eso tienes que pasarte horas y horas farmeando enemigos repetitivos y demasiado fáciles, o haciendo misiones que siempre al final son todas lo mismo. Tú lo que quieres es experimentar las mejores batallas y la historia principal, por ejemplo ¿no? Pues activas lo del dinero infinito, y listo.

– Pero entonces el juego se hace muy fácil ¿no? Lo tienes todo a tope y los enemigos mueren rápido.

– Claro que no, porque tú no tienes que hacer lo que te diga el juego. Ahí viene la segunda parte. El nivel. Normalmente para desbloquear todos los movimientos y todas las magias tienes que tener el personaje a nivel máximo. Y muchas veces eso hace que las estadísticas suban demasiado para como es el juego al principio ¿no?

– Claro, sería tan aburrido como ir matando conejos para sacar moneditas.

– Pues ahora usas el Ocarina para alterar las estadísticas también, y te pones los personajes débiles, el dinero al máximo, el nivel al máximo, y también pones la dificultad al máximo. Hay incluso trucos que te permiten subir la vida de los enemigos, y cosas así, con lo cual tienes resuelto el problema.

 

Una de las primeras veces que probamos esa técnica fue con el Sengoku Basara Utage. El juego tenía varios fallos, que estuvimos comentando en un foro español del juego, con varios fans. Las conclusiones fueron las siguientes:

– Había un montón de personajes y había que subirlos hasta nivel 100 para desbloquear todos sus movimientos. De docenas de movimientos por personaje, sin contar diferentes combinaciones entre sí, que también eran desbloqueables. Casi ninguno de los participantes del foro había jugado con todos los personajes, con todos sus movimientos, lo que lo hacía un juego técnicamente muy completo, pero muy limitado al principio.
– Las armas había que obtenerlas por puro azar, y recolectando amuletos, premios, tesoros, tómbolas, y cosas así. Luego esos premios se insertaban en las armas y quedaban listas para su uso. Las armas también se subían de nivel una a una, tenerla a nivel máximo era imposible sin docenas de horas de juego con el mismo personaje.
– Los enemigos morían rápido y daban energía y vida al morir, con lo cual el personaje del jugador está constantemente recuperándose a medida que pelea contra cientos y cientos de enemigos, haciéndolo casi inmortal.
– Algunos personajes estaban hypeados (como decían en el foro), que significa que era demasiado fácil y rápido ganar con ellos, de lo fuertes que eran.
– Como consecuencia de lo anterior, el juego tenía una dificultad muy baja, con una curva de aprendizaje forzadamente lenta (cuando en realidad es muy rápida) debido a la necesidad de subir de nivel y desbloquear.
– Por todo lo demás, era un juego magnífico y merecía toda nuestra admiración.

Un mapa jugado de forma normal, con los personajes a un nivel decente y en máxima dificultad, se puede ver más o menos así:

Me pasé unos días probando cosas, y finalmente le enseñé a mi hermano el resultado. Había hecho las siguientes alteraciones al juego:

– Había puesto todos los personajes a su nivel máximo.
– Las armas estaban al mínimo nivel posible en ataque y defensa
– Había desbloqueado todos los amuletos, y aplicado amuletos de disminución de ataque a los personajes más fuertes
– Había aplicado un amuleto especial que multiplicaba la vida de los enemigos
– Puesto en la máxima dificultad.

El resultado fue el siguiente, donde se puede ver el épico combate desarrollado durante tres cuartos de hora de estas dos titanes (puedes ver cualquier trozo, podrás comprobar la diferencia):

El juego se había convertido en una obra de arte de enchufar, y listo. Era sentarnos delante de la Wii, encender la consola, y tener el juego perfectamente listo para toda esa epicidad sin necesidad de echarle cientos de horas previas para tener los personajes listos.

 

¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué en general los juegos se enfocan de esa manera? ¿Por qué funciona como si tuviéramos un segundo trabajo? ¿No debería ser algo para divertirse? Ejemplos hay a patadas, prácticamente todos los juegos de hoy en día tiene lo que entendemos por «subir nivel», «ganar dinero», «farmear», «desbloquear», etc etc…
Una de las razones más evidentes, en principio, es que si pusieran el juego con todo su potencial desde el comienzo, seguramente serían menos duraderos. Y eso es parcialmente cierto. Al Sengoku Basara jugamos más de cien horas, pero desde luego mucho menos de lo necesario para tener todo desbloqueado, y aún así (como mostré en el ejemplo de antes), cumpliendo las reglas del juego, éste se hacía fácil y aburrido.

Otra de las razones es puramente monetaria. A los desarrolladores de videojuegos les conviene mostrar los juegos en versiones limitadas para que luego se gasten más en cosas desbloqueables. Por ejemplo, hay muchas compras en las Store de las diferentes consolas que consisten básicamente en desbloquear todo dentro del propio juego sin tener que jugar. Otras permiten comprar dinero virtual pagando dinero real (¡el colmo!).

Por último, y una de las razones que consideraría más tristes si fuera cierta, es que a la gente con dinero, los que manejan las grandes empresas, no les conviene tenernos en ese éxtasis de felicidad que suponen muchos videojuegos jugados en su máximo esplendor, sino en una posición de semi-satisfacción/semi-insatisfacción, desde la cual siempre queramos «un poquito más» para hacernos más vulnerables a seguir gastando dinero, en vez de la posición que por ejemplo adquiero yo, en la que hackeo mis propios juegos y tampoco los compro porque me los bajo de Internet (los juegos originales en las consolas modernas no son fácilmente hackeables, aunque en la Wii sí que lo era, gracias al Ocarina). Por supuesto, de vez en cuando compro algo que realmente me apetece, pero siempre porque lo he probado bien antes, sé que me gusta, y tengo una buena partida guardada editada a mi gusto para poder disfrutarlo en todo su esplendor.

Yo propongo, como amante de los videojuegos, que los entendamos de otra forma de aquí en adelante, como un mensaje a todos los aficionados. Los videojuegos deberían ser una herramienta colaborativa, de diversión plena, de evasión de la realidad, sin patrones repetitivos y tediosos añadidos de forma expresa para angustiarnos y mantenernos siempre insatisfechos. Una herramienta de diversión abierta, no cerrada. Que podamos todos compartirla por Internet con nuestras propias modificaciones. Que todos podamos añadir nuestros propios mapas y personajes (la comunidad modder de GTA V es alucinante, como ejemplo de lo que seríamos capaces). Que podamos reutilizar elementos de un videojuego a otro, para usar siempre lo mejor disponible de cada tipología. Que los videojuegos sean fácilmente actualizables y personalizables. Que permitan el uso de accesorios de todo tipo y sean compatibles con ellos. Que usemos tecnología p2p para jugar online a lo mejor de lo mejor, y no servidores privados sujetos a control de las corporaciones, que sólo quieren nuestro dinero y crearnos una adicción para que paguemos más. Compartamos la potencia de nuestros ordenadores en una red común para que las personas con ordenadores más lentos puedan jugar a las últimas novedades gracias a la tecnología de Internet y la banda ancha. Liberemos el mundo de los videojuegos, al igual que hicimos con el de los sistemas operativos y los drivers del hardware, camino en el cual ya tenemos mucho recorrido.

En definitiva, usemos la Economía Basada en Recursos en el mundo virtual, para conquistar el mundo real. ¡Os invito!

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Mensaje a las clases medias

He estado leyendo atentamente un artículo que explica por qué no ha surgido la violencia aún en España. En este país sufrimos los continuos engaños de las clases altas, especialmente políticos y banqueros, para aumentar más sus riquezas. ¿Por qué las clases bajas y medias no han recurrido a la violencia?
Podéis leer opcionalmente este artículo, que paso a citar y comentar aquí debajo, sólo como apoyo a mi mensaje, puesto que explica algunas cosas mejor que yo:

“Y los parias no suelen hacer las revoluciones –explica Florentino Moreno, profesor de Psicología Social de la Universidad Complutense-. La historia nos demuestra que han sido las clases medias y los burgueses los que han encabezado las revoluciones, generalmente cuando sus expectativas se han visto frustradas. No fue el lumpen el que tomó La Bastilla, sino los comerciantes. De hecho, en los países más pobres, como los africanos, nunca se han producido revueltas políticas violentas”

Cuando uno concibe la sociedad humana desde un punto de vista que podría tener alguien que viviera, por ejemplo, en otro planeta, es fácil darse cuenta del por qué. Las clases altas mantienen su poder porque están (creen estar) en la cima. Las clases bajas están siendo explotadas por el resto, y no pueden desarrollarse como personas excepto por caridad o ayudas estatales; y las clases medias, sin sufrir esta explotación, tienen un nivel de vida suficiente para desarrollar su máximo potencial (lo alcancen o no). Tanto las clases altas como las medias, en virtud de ese potencial, tienen el brebaje suficiente para revolucionar el planeta. Pero las altas no lo van a hacer. No al menos radicalmente, debido a la gran represión que suele producir la religión para autopreservarse en el poder. En esta época las religiones son muchas, pero una de ellas domina al resto con una fuerza absolutamente global: el dinero. ¿Quiénes tienen poco dinero y mucho potencial intelectual? Las clases medias, que son las que tienen unas expectativas que se cumplen en menor medida que las altas, que lo tienen todo en bandeja. Por ejemplo, alguien que nace con mucho dinero, puede elegir una plaza en una universidad importante, una empresa con dinero, un partido con poder, etc… Si naces con poco dinero puedes estudiar duramente por una beca y que al final no te la concedan. ¡Pero el conocimiento intelectual que adquirió en el camino ya está ahí! Esa persona ya quiere seguir aspirando, y tiene un obstáculo: la religión. Al igual que Galileo se topó con la Iglesia, las clases medias nos topamos con el dinero.

“No sólo estoy mal sino que me comparo con mis propias expectativas”.

Efectivamente.

“Existen varios factores que explican la relativa paz social en España –responde Florentino Moreno- por un lado, la dispersión de la identidad social. Se han desdibujado conceptos como el sentimiento de pertenencia a una clase, muy fuerte en conflictos anteriores. A esta dispersión social hay que sumar una dispersión geográfica”.

¿Por qué? Desde mi punto de vista de dispersado extremo, en el que siento a toda la humanidad y el planeta como una sola cosa, y al mismo tiempo cada ser vivo un ser especial en sí mismo, el concepto de patrias, fronteras, divisiones, clases (altas, medias y bajas), etc,. se está desdibujando entre la humanidad. Las personas ya no desean la paz de su barrio, su provincia, o su país, sino que ¡piden la paz por otros países! Eso es algo inaudito en el pasado. Es decir, ha ocurrido alguna vez, pero históricamente es algo muy raro. Y sin embargo cuando Estados Unidos invadió Afganistán e Irak se manifestaron millones de personas de todos los rincones del mundo. No hubo un solo país del mundo en el que no hubiera alguien que protestara por aquella guerra. A no ser que te cortaran la cabeza por ello, no he mirado las estadísticas de Corea del Norte xD
En todo caso, ¿no es verdad que que esos conceptos se están desdibujando entre la humanidad? ¿No nos da eso alguna esperanza para alcanzar una Economía Basada en Recursos, que es la consecuencia lógica que surgiría con la dispersión de las ideas de clases y fronteras. Siempre que no haya algún supervillano que domine todo el mundo él sólo, claro está, lo cual… es muy improbable ¿no?

“Un tercer factor –prosigue Moreno- es la percepción de que no se han agotado las alternativas no violentas: la violencia se ejerce por cambiar mucho, no por cambiar un poco”. En el mismo sentido se aplica la deslegitimización de la violencia como herramienta de cambio en las últimas décadas, un zeitgeist opuesto al que se vivía en los años 70 y 80: “no existe nadie ahora mismo que tenga un discurso que justifique la violencia como reacción a la violencia del sistema. Con la posible salvedad de Negri, la violencia se considera un recurso último y muy devaluado”.

Sí, pero ¿qué pasaba antes de los años 70 y 80? ¡El movimiento hippie! El más famoso movimiento por la paz y la no violencia que hubo en toda la historia. Imaginaos esa idea de paz como una onda que choca contra otra onda, la de la idea de la violencia que arrastrábamos desde milenios. El resultado de ambas, sale distorsionado con valores adquiridos de una y de otra. De ahí surge la violencia de las revueltas que hubo en todo el mundo, que se consideraba siempre una lucha justificada por la paz. De nuevo esa idea choca con un nuevo tipo de idea de paz, que surge en múltiples focos gracias a Internet. Gracias a la era de la información, donde todos tenemos mucho más que una simple foto de la Tierra. Tenemos mucho más. Tenemos el mundo en nuestras manos a través de una pantalla, o cualquiera de los múltiples dispositivos que nos conectan con el resto del planeta.

Tierra
Imagen desde el Apollo 17 en 1972, una de las que inspiraron el movimiento hippie y ecologista. Humanidad, fraternidad, respeto al medio ambiente… ¿a qué nos suena esto? 🙂

Con mucho más, podemos hacer más. Y cuando la ciencia se usa para la paz, es tan poderosa como cuando se usa para la guerra. Y sin embargo, sólo se gasta la mitad de su poder para crear, mientras que la otra mitad se gasta para destruir. Guerras, consumismo, tecnología bursátil, dinero, burocracia y división de clases y naciones. Todo esto consume una dolorosa parte de los recursos del planeta, mientras que la otra mitad lucha más por deshacer el desastre de la primera que por algo realmente novedoso para la humanidad. Sólo podemos salir de este bucle vicioso cambiando el paradigma.
Y el paradigma se difunde como una onda, que cuanto más crece más imparable. Y como la historia demuestra, el germen de estas revoluciones siempre se inicia en las clases medias.

¿Por qué crees ahora que están destruyendo a las clases medias y creando una gran fuerza de superricos y superpobres? ¡Lucha por un mundo sin clases! Difunde la idea de Economía Basada en Recursos, no te desanimes, porque es obvio que está ocurriendo. Ha llegado su momento.

¿Se está volviendo la gente más estúpida?

Es una pregunta recurrente que me viene de vez en cuando, al examinar la evolución de la sociedad reciente. Es cierto que en el pasado éramos más ignorantes, incultos y estúpidos que en la actualidad, pero realmente se está abriendo una brecha enorme entre la gente más inteligente e informada del planeta y la más estúpida e inculta. Esto es realmente lo que nos hace notar cierta estupidización o embrutecimiento de la sociedad, y no el hecho de que la gente esté retrocediendo respecto al pasado.

Hay que tener en cuenta que las ideas se van extendiendo entre la población y diluyéndose en las mentes a medida que lo hacen. Unas personas reciben la idea tal como es, otras la reciben alterada por el boca a boca, o por malas interpretaciones, y las van extendiendo a su vez, cada uno a su manera. Eso ha ocurrido siempre, y seguirá ocurriendo mientras no recibamos todos una educación integral y actualizada al mismo tiempo. Lo cual, sea dicho, en este tipo de sociedad actual es poco menos que imposible. Así que esta brecha es lógica, dado que no todos tenemos el mismo acceso a la información, ni de la misma calidad, ni del mismo modo.

Pero, ¿se puede decir realmente que la sociedad se está estupidizando? ¿Es deliberado, por parte de los medios de comunicación, empresas y gobiernos? ¿Cuáles son sus efectos reales en la evolución y desarrollo de la sociedad? Estas son más bien las preguntas que trato de responder, ya que me doy cuenta de que realmente es así, nos estamos volviendo más estúpidos, hasta cierto punto incluso los que tienen el poder y la información en sus manos.

Si vemos la forma de funcionar de nuestra sociedad actual, que tras la revolución industrial trajo consigo la automatización de muchas tareas que antes eran realizadas, creativamente o no, por humanos, nos damos cuenta de que las empresas cada vez más contratan a personas para manejar dichas máquinas, en vez de contratarlas para realizar directamente las tareas. Un ejemplo claro es el cajero del supermercado, que realiza lo que las máquinas no pueden: pasar los irregulares objetos de la compra por el lector de código de barras. El ordenador lo hace todo: identificar el producto, asignar el precio y calcular el total, aplicar los descuentos, comunicarse con el banco en el caso de que se pague con tarjeta de crédito, indicar la vuelta en el caso de que se pague en moneda física, etc… El cajero se limita a pasar los productos, introducir la cantidad de dinero físico que el cliente le entrega, e interaccionar con éste en el caso de que surja cualquier problema que no se pueda analizar automáticamente.
Como podemos ver, el rango de conocimientos que se requiere para un cajero de supermercado es bien limitado: mover ágilmente el brazo, contar monedas y saber comunicarse con el cliente. ¿Para qué vas a pagar por más? No necesitas un ingeniero, ni un informático, aunque esté manejando un ordenador bastante complejo. Ni tampoco necesitas alguien que conozca todos y cada uno de los productos que se venden ahí, puesto que ya los identifica la máquina. Antiguamente los que tenían una tienda solían conocer prácticamente todos los aspectos del producto a vender, ya que los mismos no venían con el libro de instrucciones que hoy llamamos etiquetado. Este etiquetado se impuso por ley en la mayor parte de países del mundo por la necesidad de informar al cliente de qué es lo que está comprando, ya que los vendedores cada vez tenían menos idea de qué es lo que venden. Ciertamente no conviene, puesto que formar a un cajero sobre todos los productos de un supermercado es algo que requeriría probablemente años, y no es
rentable ni lógico si lo que pretendes es obtener el máximo beneficio. No sólo porque el conocimiento requiere tiempo, sino porque se paga. Una persona formada (en la mayor parte de países, al menos), se paga más cara que una sin formar. Un estudiante en pleno periodo de formación sale mucho más barato, porque probablemente no tiene tantos gastos como un adulto con familia que mantener, y ni siquiera necesitas que esté estudiando algo en concreto, ya que mover el brazo y calcular monedas es algo que sabe hacer cualquiera.

Este ejemplo es aplicable a gran cantidad de trabajos que conocemos todos hoy en día: teleoperador (una formación mínima, un manual de actuaciones, ofertas y respuestas estándar suele ser suficiente), reponedor (basta con saber dónde hay que colocar cada tipo de productos, como mucho actualizándose cada semana o cada mes, algo que se suele hacer para cambiar artificialmente los recorridos de los clientes), cadenas de montaje (en cada sector de la cadena hay una alta especialización, lo cual requiere una formación mínima), auxiliares administrativos (una vez que aprendes a gestionar el tipo de facturas o de información que te corresponde administrar, puedes realizar esa misma tarea durante años sin apenas modificaciones), etc…

Cuando una persona no necesita grandes conocimientos para ganarse la vida, tener un trabajo y un sueldo que te permita vivir, normalmente no se esfuerza en ampliar sus conocimientos sobre el mundo más que por los intereses particulares de cada uno. En resumen, si no te ayuda a sobrevivir, no te motiva necesariamente a esforzarte en ello.

¿Qué más consecuencias se ven en las empresas, por ejemplo? Cuando los departamentos dentro de cada una se van especializando, se va formando un caos entre ellas, donde ninguno entiende a los demás departamentos, y cada vez hay menos comunicación y entendimiento. ¿Cómo un informático le puede explicar a un administrativo cómo manejar su ordenador para evitar que se averíe constantemente, se llene de virus, decirle cómo discriminar entre un buen y un mal funcionamiento, o cómo manejar cada uno de los muchos dispositivos que se pueden conectar, sin tener que darle las mismas clases que dio cuando hizo la carrera de ingeniería informática, a cada uno de los administrativos de la empresa? Puesto que la misma no invierte demasiado en formarlos, porque cuesta dinero, tiempo y recursos, al final el informático acaba teniendo que ir constantemente a arreglar el mismo tipo de problemas. Un trabajo que debería ser creativo y estimulante se convierte en un empleo agotador, repetitivo, cansino, que embrutece tanto a
unos como a otros.

¿Y el cliente? Éste se tiene que conformar con el etiquetado o el libro de instrucciones que marque la ley; muchas veces escrito por personas que no necesariamente tienen el conocimiento necesario, ya que muchas partes se automatizan o se traducen desde otros idiomas, perdiendo muchos matices importantes que un traductor que desconozca el funcionamiento del aparato cuyas instrucciones traduce, no llega a aclarar. Al cliente se lo dan todo hecho a la manera que marque la legislación, que también tiene el problema de que la misma no está redactada necesariamente por expertos, sino por políticos y abogados, o especialistas subcontratados. Además, cuando surge algún problema imprevisto es el propio cliente el que suele tener que buscarse las soluciones, o buscar el teléfono o e-mail correcto, o marearse de departamento en departamento hasta hallar el correcto o alguien que sepa sobre el tema en particular (todos tenemos experiencias al respecto).

Un efecto más lo vemos en la introducción de la democracia. Aunque ésta tenga sus puntos buenos, actualmente es sólo un engaño que hace creer a las personas que tienen decisión sobre los aspectos de su vida, reflejando sus ideas en forma de partidos o representantes políticos, en vez de hacerlos pensar por sí mismos. Al final el acto de meter un sobre con un papel dentro cada cuatro años (para lo cual hay todo tipo de guías y facilidades) es lo único que tenemos que saber para gobernar un país. Ciertamente la “soberanía reside en el pueblo” queda muy fuera de lugar cuando se examina desde esta perspectiva.

La educación, por otra parte, como bien explican mejor que yo tanto Noam Chomsky como Ken Robinson, no sólo está diseñada en una época y contexto diferentes (la revolución industrial), sino que además deliberadamente por parte de nuestros gobiernos se hace para tratar de adiestrar a las personas directamente para un sistema competitivo de mercado, para crear trabajadores, y no gente informada. Recomiendo ambos discursos con vehemencia:


Como sabemos, antiguamente la gente era muy ignorante, pero la mayor parte de las personas entendía más o menos lo que hacía, y hasta cierto punto, informarse era vital para la supervivencia. Hoy en día ya no es tan vital, a pesar de que vivimos en la era de la información, lo que hace que la brecha entre los más informados y los menos, sea cada vez más grande. Por tanto, los que nos encontramos en la parte alta apreciamos cada día un embrutecimiento de la sociedad más y más grande. Esta falta de comunicación y entendimiento provoca gran parte de los problemas que tenemos en la sociedad actual, y resulta muy difícil solucionarlos sin un rediseño en profundidad no sólo de la educación y sus métodos, sino de la sociedad en sí.

Pero hay una esperanza. La sociedad evoluciona ideológicamente de la misma forma que evolucionan los seres vivos y el ADN. La gente se adapta a un nicho determinado, y si sobrevive, seguirá reproduciéndose y perpetuando sus ideas y sus genes. Si la gente no se adapta a una sociedad cada vez más cambiante, por culpa de la excesiva especialización, ante cualquier catástrofe o cambio radical tendrá menos tolerancia y probablemente se extinguirá. Esperemos que la extinción de ideas erróneas y falsas no conlleve también la extinción de los portadores de dichas ideas, y que de verdad la gente pueda abrir los ojos y evolucionar mentalmente a un pensamiento crítico sin morir en el proceso.

Adición: Efectivamente, nos estamos volviendo más estúpidos por haber llegado al pico máximo de sostenibilidad del sistema económico competitivo-capitalista. Aquí una buena explicación (sobre todo a partir de la segunda mitad del vídeo).