¿Cuáles son los fallos de nuestra educación?

Ya comenté en la entrada del otro día las razones por las que pensaba que la educación actual nos está volviendo más estúpidos, con dos vídeos que recomiendo ver si no los has visto. Pero no señalé específicamente cuáles son los fallos concretos que nos llevan a deseducar más que educar, a adiestrar más que enseñar, y a fomentar habilidades muy diferentes del pensamiento crítico, curiosidad, evolución y desarrollo mental… etc.

Quiero dedicar este artículo a señalar los fallos más comunes que he observado a lo largo de mi trayectoria académica y la de otras personas con las que he hablado del tema. Como bien señalaba Ken Robinson en “Changing education paradigms“, el sistema educativo actual fue diseñado durante la Revolución Industrial. Un contexto cultural y económico diferente al actual, que suponía no sólo que la educación más allá de leer, escribir y sumar debía ser algo exclusivo de las clases altas, sino que tampoco le daba la importancia suficiente a la inversión en tiempo y dinero en la misma, lo que creó el sistema de clases de decenas de alumnos por profesor, horarios reglados, temas estandarizados…

¿Cuáles son, entonces, los fallos que aún arrastramos a pesar de tanta y tanta reforma educativa? Al menos en España, y en muchas otras partes del mundo (yo diría que prácticamente en todas partes), tenemos una serie de errores de concepto claros y evidentes para el que entienda la educación como un desarrollo personal, cultural y científico de la persona, y no una simple formación de trabajadores productivos del sistema económico:

  • Como bien explicó Noam Chomsky en el vídeo de la entrada que menciono al principio, el sistema de exámenes con notas o calificación escolar (de 0 a 10 en España, de 1 a 20 en Francia, de 0 a 100 en Reino Unido y Japón, del 1 al 6 en Alemania, de la A a la F en Estados Unidos…) no es una prueba en absoluto de la capacidad del alumno para comprender, sino sólo para superar el obstáculo que supone aprobar el examen. Muchas veces (honrosas excepciones aparte), supone solamente la capacidad de memorizar las respuestas del examen. Recuerdo perfectamente tanto de mi etapa como estudiante de colegio e instituto, como de la universidad, que los alumnos preguntaban al profesor qué temas iban a entrar, se intercambiaban posibles preguntas y respuestas que pudieran
    salir en el examen… y todo consistía en memorizarlas para reproducirlas lo más fielmente posible; a veces incluso dejándolo para los días antes del examen. Y por supuesto, gran parte de los estudiantes ni se acuerdan a los pocos días de realizado el mismo, incluso aunque sacasen una buena nota. Me sentía frustrado muchas veces cuando quería debatir sobre los exámenes con mis compañeros, porque muchos de ellos no recordaban, o no tenían el menor interés en hacerlo, o me instaban a estudiármelo si quería saber la respuesta. Había mucha competitividad arrastrada del diseño mismo de la sociedad monetaria en la que vivimos. Además, prácticamente ningún profesor explica o justifica en los mismos exámenes las notas que pone, especialmente si son de tipo test. Para ello, tenías las tutorías a las que prácticamente nadie iba.
  • Otra consecuencia del sistema de exámenes es que todos los alumnos reciben exactamente el mismo, para poder equilibrar las notas entre todos. No se da pie a creatividad ni por parte del profesor ni por parte del alumno. Incluso entre curso y curso solían usar el mismo examen o al menos el mismo diseño, cambiando solamente las preguntas (para evitar la picaresca). Y si no aprueban suficientes personas el examen, en vez de enseñar mejor para la próxima, lo que se suele hacer es bajar el nivel del mismo (muchas veces para cumplir los objetivos curriculares legales, o simplemente para conservar su sueldo).
  • Las tutorías, como he mencionado antes, tienen un objetivo claro y obvio, pero prácticamente ningún alumno las suele solicitar. Quizás una o dos veces por curso, y normalmente para quejarse de notas numéricas con las que no está de acuerdo. Es muy raro ver a un alumno acercarse al profesor diciendo “No he entendido bien este tema, ¿me lo puedes explicar mejor?
  • En el colegio, al menos en mis tiempos, los castigos ante un mal comportamiento en el colegio (EGB, ESO, primaria) solían consistir en dejarte de cara a la pared, o en la última fila del aula (donde a veces había mesas vacías); o mandarte con tu tutor correspondiente, que normalmente daba clases en otra aula (y por supuesto ni siquiera te exigía atenderla, lo cual casi nadie hacía por motu propio; una simple pérdida de tiempo); a un aula especial con un profesor que no esté dando clase, que normalmente se pasa el rato leyendo un libro y vigilando que no hablen y hagan tareas o ejercicios en completo silencio y pulcritud; una expulsión del colegio (con el consiguiente retraso educativo); enviarte con el director que probablemente a lo más que llegaba era a un sermón que nunca escuchaban (y no porque fuese especialmente instructivo, aunque depende de cada profesional); o exigirte la
    repetición de frases, ejercicios o palabras un sinnúmero de veces
    , para memorizarlo adecuadamente o simplemente para crearte un estrés que te “motive” a no repetir el comportamiento inadecuado…; etc. Como es obvio, ninguna de estas técnicas educativas son efectivas, y más que educar vuelve al alumno poco receptivo a la escuela, haciendo que la odie.
  • El tema de los horarios es muy delicado, puesto que se requiere un cierto orden para coordinar tanta gente (el conductor del autobús, los profesores, los demás alumnos, el portero de la escuela, el del bar de los desayunos,… etc.), pero adiestra a los alumnos para una sociedad estricta en cuanto a puntualidad, horarios, ritmos diarios artificiosos… que en realidad es una herencia del diseño de las escuelas procedente de la Revolución Industrial, muy similar al de las grandes fábricas e industrias de entonces. Como el timbre del recreo a media mañana, que marca el descanso de los trabajadores y alumnos para la pausa del bocadillo, y cierta socialización. Cada persona tiene un ritmo circadiano diferente. Y está demostrado que hay personas que rinden más en
    horario nocturno que en diurno
    , y viceversa, lo que se conoce como cronotipo. No adaptarse a las individualidades de la persona, y tratar de uniformizar forzosamente, lo único que provoca es una bajada de rendimiento, frustración, estrés y asociar la escuela o el trabajo a una obligación más que a un placer.
  • La presencia de comercios, marcas, bancos y negocios en el interior de colegios y universidades. No es más que un intento de las empresas por condicionarnos, habituarnos y “entrenarnos” para la sociedad competitiva y de consumo. Bares en el interior de institutos para comprar café y bocadillos, como ocurre en la mayoría de edificios de empresas; bancos negociando con universidades para que el carnet de estudiante incorpore su marca a cambio de acuerdos económicos y publicitarios… Incluso hay quien ofrece abrirse una cuenta corriente con ellos para obtener ventajas especiales con dicho carnet (y además le dan el presuntuoso nombre de “tarjeta inteligente“). Además, la presencia constante de la marca en las actividades escolares y universitarias, e incluso un banco en la misma puerta de entrada a la facultad, consigue penetrar en las mentes de los jóvenes de una manera que difícilmente podrían conseguir de otra forma. Por otra parte,
    las instituciones educativas van dependiendo económicamente cada vez más de dichos patrocinios, ya que si se retiran muchas actividades no podrían tener lugar por falta de financiación.
  • Grandes aulas y masificación, que dificulta la comunicación profesor-alumno. Ya sea por el ruido, o la gran distancia entre el profesor y las últimas mesas (algo patente sobre todo en las universidades); o por la necesidad de comunicar los mismos conceptos a gran número de personas de diferente inteligencia, personalidad, ritmo de estudio,… etc.
  • La escasa exigencia curricular a los profesores que, por el estrés, los bajos sueldos y la falta de medios, se ciñen a enseñar el temario reglado desde el gobierno,…; como bien dice Walter Levin, aburrir en clase debería ser un crimen. Pero claro, depende muchísimo de la calidad, entusiasmo y motivación del profesor y de los alumnos, los cuales acaban aburriéndose por muchas razones. La repetitividad constante año tras año por parte del profesor de los mismos temarios, la educación orientada a superar obstáculos y memorización en vez de a educación y comprensión. Hay un movimiento de alumnos que trata de difundir la opinión de los propios alumnos del sistema educativo que muestra muy bien este aspecto, en este vídeo, y esta página. Como bien dicen, es un
    problema no de los propios alumnos o profesores, sino del diseño educativo en sí, muy mejorable, y la falta de medios económicos y humanos. No es razonable aumentar el ratio de alumnos por clase por ahorrar dinero, porque a la larga produce un mayor fracaso escolar, mayor aburrimiento, menos motivación y peor quehacer real a la hora de poner en práctica los conocimientos aprendidos en un trabajo.
  • La separación por edades y por cursos académicos reglados y estandarizados. Al adaptarse el ritmo y nivel educativo al nivel más bajo posible para que todos los alumnos tengan las mismas posibilidades de superar el curso, los que podrían adquirir conocimiento más rápido se aburren y se frustran, provocando fracaso académico en aquellas personas que encima podrían haber superado dos o más cursos en un solo año sin apenas dificultad. Por el otro extremo, quienes por su nivel de inteligencia o situación personal (una persona deprimida o con problemas personales suele bajar mucho su rendimiento, como me ha llegado a ocurrir en alguna ocasión) no consiguen adaptarse al ritmo demasiado exigente para ellos, también acaba en frustración y desadaptación social y curricular. Incluso en la Universidad, donde antes podías escoger las asignaturas en función de tus capacidades personales, y tu propio ritmo, con el Plan Bolonia actual te obligan a matricularte obligatoriamente de las
    asignaturas que anteriormente no aprobaste, en vez de permitirte dejarlas para más adelante, en un curso posterior, cuando estés mejor preparado.
  • En Reino Unido ahora se está poniendo de moda entre los “expertos” (por llamarlos de alguna forma) y los profesores el impedir que los alumnos tengan mejores amigos, para “evitar su sufrimiento a la hora de la separación“. Esto es cruel en sí mismo, y convierte a los niños en meros autómatas que van a la escuela a adquirir unos conocimientos reglados y nada más, sin permitirles desarrollarse como personas humanas sociables, colaboradoras, y queridas o incluso amadas entre sí. Todos recordamos alguna vez lo difícil que era mantener cierto tipo de relaciones íntimas en el colegio, que por la “edad” o por las circunstancias escolares se veía mal o incluso prohibido por parte del profesorado o los demás profesionales de las instituciones educativas. Esto es aún más patente en
    lugares como EEUU y Reino Unido, donde en algunas escuelas incluso prohíben abrazarse a los alumnos entre sí, y otro tipo de contactos físicos íntimos.
  • La separación por asignaturas temáticas, que provoca una limitación mental a la hora de adaptarse a cada clase. No motivan la asociación de ideas, el pensamiento lateral, la interrelación entre los muchos aspectos de la vida y el universo. Como si cada vez que comienza el horario de cada asignatura, los alumnos tuvieran que ejecutar un “software mental” diferente cada vez, sin relación o comunicación alguna entre ellos. Esto robotiza la inteligencia, nos hace convertirnos en meros aprobadores de temáticas, en vez de verdaderos conocedores del medio ambiente, el planeta como un todo, y los seres humanos como una única especie interrelacionada en todas sus facetas.
  • La separación por sexos aún vigente en muchos lugares del mundo, escuelas privadas o concertadas… etc. De hecho estoy en contra incluso de la separación por sexos en los vestuarios, baños, y demás lugares de intimidad y aseo, porque nos diferencia como personas, a pesar de que las instalaciones en gran parte son exactamente las mismas. La única particularidad que conozco son los urinarios, que son perfectamente compatibles con los retretes con puerta, como se puede ver en cualquier lugar (Si no, ¿cómo cagaríamos?). Ya nos van adiestrando en el sentimiento de vergüenza de ver nuestros cuerpos (aunque desde luego en un baño público yo jamás he visto un pene que no sea el mío). Incluso en las duchas, el hecho de separarnos nos va creando un sentimiento aberrante de indecencia y humillación a la hora de vernos desnudos, desde muy pequeños.
  • La progresiva mercantilización de la educación, que cada vez más, está diseñada para servir a las empresas y no a las personas. El Plan Bolonia, los patrocinios, la política diseñando el sistema educativo, etc… Al final el sistema educativo se diseña para preparar trabajadores obedientes, productivos y especialistas, y no ciudadanos críticos, inteligentes, imaginativos y generalistas.

Podría entrar más en detalle sobre algunos de los puntos, pero creo que es suficiente para darse cuenta de que el sistema educativo en sí necesita un urgente y profundo rediseño de raíz, y no sólo una inútil reforma que, además, casi siempre se aplica en beneficio político o empresarial y casi nunca en el del propio ciudadano; buscando votos, ganancias y ahorro en vez de usar el método científico para mostrar la mejor verdad posible independientemente de opiniones e ideologías. Pocas personas tienen un grato recuerdo de la etapa escolar en sí, solamente de las amistades y aventuras extraescolares, y casi nadie va con placer a clase cada mañana, lo cual es el síntoma más claro de que esto no está funcionando. Dejo un enlace y un vídeo para finalizar, y espero que dejéis vuestros comentarios con otros fallos que hayáis apreciado en
la educación que habéis recibido a lo largo de vuestra vida.

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¿Por qué el dinero no es un incentivo para una sociedad mejor?

Una de las asunciones más extendidas sobre el mundo en el que vivimos, es que el dinero sirve como incentivo para que la gente haga tareas que de otra manera no haría. Es más, muchas personas presuponen que sin el estímulo monetario la mayor parte de gente se quedaría en el sofá viendo el fútbol, tomando cerveza, rascándose los huevos, sin aportar nada a la economía ni al estado.

Dejando de lado el tema de que la vida ofrece una enorme cantidad de opciones como para quedarse en casa en el sofá, algo que hacen muchos parados que se quedan meses sin saber qué hacer con sus vidas, el dinero se ha demostrado, desde hace muchos años, que no supone un incentivo para el ser humano, tal como si funcionara como un condicionamiento operante. Cierto es que los seres humanos somos animales, y no dejamos de actuar como una forma evolucionada de los mismos. Entonces, ¿cómo es que no funciona? ¿No parecería lógico que fuera así? Le dices a alguien “haz esto”, y cuando lo realiza le das 100 euros. Dicha persona podrá comprarse lo que quiera con esos 100 euros, y estará más dispuesta a hacer la misma tarea u otra que le pidas, a cambio de la misma o más cantidad de dinero.

Lo cierto es que no funciona exactamente así, como se puede ver en esta interesante charla de TED Talks, Dan Pink en la sorprendente ciencia de la motivación. Recomiendo verla antes de seguir con el artículo, para apreciar los detalles. También recomiendo esta animación de RSA, que explica lo mismo en un lenguaje más claro y sencillo, como complemento. Ciertamente, se ve que el dinero sólo funciona como incentivo en un cierto tipo de tareas, las que implican repetitividad; o esfuerzo puramente mecánico, físico. Un reponedor, un cajero, una cadena de montaje, un administrativo introduciendo números todo el día, un pintor dando brochazos en las paredes de casa en casa, un ingeniero manteniendo diariamente las mismas máquinas…; en estos trabajos, cuanto más pagues, con mejor desempeño harán su tarea. Quizás se
desanimarán menos, o lo harán más rápido, o estarán más pendientes de no cometer errores.

¿Qué problemas supone este método en este tipo de trabajos cuando lo vemos en el día a día? Hay muchas razones. El miedo a quedarte en el paro, hace que aceptes cada vez un incentivo monetario menor, pero al mismo tiempo dicho menor incentivo hace que hagas peor la tarea. Esto supone mayor número de despidos por falta de productividad, mayor necesidad de rotación de empleos por estrés, mayor gasto público por el paro, menor satisfacción por el trabajo bien hecho, etc… Un sinfín de problemas que cualquiera que lo examine en profundidad se puede imaginar.

Pero, ¿qué pasa cuando el trabajo requiere destreza mental, más allá de la repetitividad y la mecanicidad? Que a mayor incentivo monetario, ¡peor se hace la tarea! ¿Cómo es esto posible? ¿No debería ser, aunque sea, el mismo o similar desempeño en todo caso? La cuestión es que no es así. Como explican en la charla, una buena razón es que las recompensas que usan condicionamiento operante estrechan nuestro rango de pensamiento a la hora de realizar las tareas. Por ejemplo, si a ti te ofrecen 1000 euros por escribir un artículo en un periódico sobre determinado tema, te vas a ceñir estrictamente al mismo, no sea que vayas a perder tan significativa cantidad de dinero, pero si no te ofrecen nada, o una cantidad simbólica (1-5 euros), posiblemente te motives para investigar temas relacionados para embellecer o mejorar el artículo, por placer personal o por dar una mejor imagen al público que realmente va a leerlo (no al pagador). Ciertamente, en estas situaciones se estimula el pensamiento lateral por uno
mismo, no por el incentivo monetario. Incluso con tareas mecánicas y repetitivas, como introducir una larga serie de datos en el ordenador, algo que te llevaría una determinada cantidad de tiempo, te limitas a cumplirlo, contento de recibir tan alta cantidad de dinero por tan poco esfuerzo. Sin embargo, si te ofrecen nada o una cantidad simbólica, posiblemente pienses “quizás me lleve menos tiempo si hago esto…“, o “con este otro programa se puede automatizar y así me puedo ir antes“. ¡Una tarea mecánica se convierte automáticamente, sin estímulo monetario, en una tarea que emplea destreza mental para maximizar la productividad!

Esto no es algo arbitrario, ni aplicable sólo a determinadas situaciones. Es algo que ha sido demostrado científicamente en cualquier época, en cualquier lugar del mundo, y con un amplio rango de tareas, que requieran cualquier tipo de destreza mental, creatividad o concentración.

¿Cómo entonces, conseguir que la gente se estimule para realizar las tareas mejor, para alcanzar una máxima productividad, un máximo beneficio personal y social, una mayor felicidad en el desempeño?

¡Quitando el dinero de la ecuación! Dejando de tratar a las personas como simples ratas de laboratorio sin creatividad, y dejando de usar el condicionamiento con ellas. Porque una persona condicionada no es libre.

Obviamente esto deja pie a más preguntas de las que resuelve: ¿Qué hacemos entonces para que la gente trabaje? ¿De qué vamos a comer sin dinero? ¿Cómo puede, entonces, la sociedad y la economía, funcionar? Hay una alternativa a este sistema, la economía basada en recursos, pero esto requiere una mucho más larga exposición, por lo que iré hablando de ella posteriormente, y poco a poco, a medida que vaya abordando muchos más aspectos de la sociedad.

Cierro este artículo con un vídeo de Jacque Fresco, corto pero revelador, de cómo ganar dinero no es casi nunca el resultado de un mejor esfuerzo o desempeño social.

¿Se está volviendo la gente más estúpida?

Es una pregunta recurrente que me viene de vez en cuando, al examinar la evolución de la sociedad reciente. Es cierto que en el pasado éramos más ignorantes, incultos y estúpidos que en la actualidad, pero realmente se está abriendo una brecha enorme entre la gente más inteligente e informada del planeta y la más estúpida e inculta. Esto es realmente lo que nos hace notar cierta estupidización o embrutecimiento de la sociedad, y no el hecho de que la gente esté retrocediendo respecto al pasado.

Hay que tener en cuenta que las ideas se van extendiendo entre la población y diluyéndose en las mentes a medida que lo hacen. Unas personas reciben la idea tal como es, otras la reciben alterada por el boca a boca, o por malas interpretaciones, y las van extendiendo a su vez, cada uno a su manera. Eso ha ocurrido siempre, y seguirá ocurriendo mientras no recibamos todos una educación integral y actualizada al mismo tiempo. Lo cual, sea dicho, en este tipo de sociedad actual es poco menos que imposible. Así que esta brecha es lógica, dado que no todos tenemos el mismo acceso a la información, ni de la misma calidad, ni del mismo modo.

Pero, ¿se puede decir realmente que la sociedad se está estupidizando? ¿Es deliberado, por parte de los medios de comunicación, empresas y gobiernos? ¿Cuáles son sus efectos reales en la evolución y desarrollo de la sociedad? Estas son más bien las preguntas que trato de responder, ya que me doy cuenta de que realmente es así, nos estamos volviendo más estúpidos, hasta cierto punto incluso los que tienen el poder y la información en sus manos.

Si vemos la forma de funcionar de nuestra sociedad actual, que tras la revolución industrial trajo consigo la automatización de muchas tareas que antes eran realizadas, creativamente o no, por humanos, nos damos cuenta de que las empresas cada vez más contratan a personas para manejar dichas máquinas, en vez de contratarlas para realizar directamente las tareas. Un ejemplo claro es el cajero del supermercado, que realiza lo que las máquinas no pueden: pasar los irregulares objetos de la compra por el lector de código de barras. El ordenador lo hace todo: identificar el producto, asignar el precio y calcular el total, aplicar los descuentos, comunicarse con el banco en el caso de que se pague con tarjeta de crédito, indicar la vuelta en el caso de que se pague en moneda física, etc… El cajero se limita a pasar los productos, introducir la cantidad de dinero físico que el cliente le entrega, e interaccionar con éste en el caso de que surja cualquier problema que no se pueda analizar automáticamente.
Como podemos ver, el rango de conocimientos que se requiere para un cajero de supermercado es bien limitado: mover ágilmente el brazo, contar monedas y saber comunicarse con el cliente. ¿Para qué vas a pagar por más? No necesitas un ingeniero, ni un informático, aunque esté manejando un ordenador bastante complejo. Ni tampoco necesitas alguien que conozca todos y cada uno de los productos que se venden ahí, puesto que ya los identifica la máquina. Antiguamente los que tenían una tienda solían conocer prácticamente todos los aspectos del producto a vender, ya que los mismos no venían con el libro de instrucciones que hoy llamamos etiquetado. Este etiquetado se impuso por ley en la mayor parte de países del mundo por la necesidad de informar al cliente de qué es lo que está comprando, ya que los vendedores cada vez tenían menos idea de qué es lo que venden. Ciertamente no conviene, puesto que formar a un cajero sobre todos los productos de un supermercado es algo que requeriría probablemente años, y no es
rentable ni lógico si lo que pretendes es obtener el máximo beneficio. No sólo porque el conocimiento requiere tiempo, sino porque se paga. Una persona formada (en la mayor parte de países, al menos), se paga más cara que una sin formar. Un estudiante en pleno periodo de formación sale mucho más barato, porque probablemente no tiene tantos gastos como un adulto con familia que mantener, y ni siquiera necesitas que esté estudiando algo en concreto, ya que mover el brazo y calcular monedas es algo que sabe hacer cualquiera.

Este ejemplo es aplicable a gran cantidad de trabajos que conocemos todos hoy en día: teleoperador (una formación mínima, un manual de actuaciones, ofertas y respuestas estándar suele ser suficiente), reponedor (basta con saber dónde hay que colocar cada tipo de productos, como mucho actualizándose cada semana o cada mes, algo que se suele hacer para cambiar artificialmente los recorridos de los clientes), cadenas de montaje (en cada sector de la cadena hay una alta especialización, lo cual requiere una formación mínima), auxiliares administrativos (una vez que aprendes a gestionar el tipo de facturas o de información que te corresponde administrar, puedes realizar esa misma tarea durante años sin apenas modificaciones), etc…

Cuando una persona no necesita grandes conocimientos para ganarse la vida, tener un trabajo y un sueldo que te permita vivir, normalmente no se esfuerza en ampliar sus conocimientos sobre el mundo más que por los intereses particulares de cada uno. En resumen, si no te ayuda a sobrevivir, no te motiva necesariamente a esforzarte en ello.

¿Qué más consecuencias se ven en las empresas, por ejemplo? Cuando los departamentos dentro de cada una se van especializando, se va formando un caos entre ellas, donde ninguno entiende a los demás departamentos, y cada vez hay menos comunicación y entendimiento. ¿Cómo un informático le puede explicar a un administrativo cómo manejar su ordenador para evitar que se averíe constantemente, se llene de virus, decirle cómo discriminar entre un buen y un mal funcionamiento, o cómo manejar cada uno de los muchos dispositivos que se pueden conectar, sin tener que darle las mismas clases que dio cuando hizo la carrera de ingeniería informática, a cada uno de los administrativos de la empresa? Puesto que la misma no invierte demasiado en formarlos, porque cuesta dinero, tiempo y recursos, al final el informático acaba teniendo que ir constantemente a arreglar el mismo tipo de problemas. Un trabajo que debería ser creativo y estimulante se convierte en un empleo agotador, repetitivo, cansino, que embrutece tanto a
unos como a otros.

¿Y el cliente? Éste se tiene que conformar con el etiquetado o el libro de instrucciones que marque la ley; muchas veces escrito por personas que no necesariamente tienen el conocimiento necesario, ya que muchas partes se automatizan o se traducen desde otros idiomas, perdiendo muchos matices importantes que un traductor que desconozca el funcionamiento del aparato cuyas instrucciones traduce, no llega a aclarar. Al cliente se lo dan todo hecho a la manera que marque la legislación, que también tiene el problema de que la misma no está redactada necesariamente por expertos, sino por políticos y abogados, o especialistas subcontratados. Además, cuando surge algún problema imprevisto es el propio cliente el que suele tener que buscarse las soluciones, o buscar el teléfono o e-mail correcto, o marearse de departamento en departamento hasta hallar el correcto o alguien que sepa sobre el tema en particular (todos tenemos experiencias al respecto).

Un efecto más lo vemos en la introducción de la democracia. Aunque ésta tenga sus puntos buenos, actualmente es sólo un engaño que hace creer a las personas que tienen decisión sobre los aspectos de su vida, reflejando sus ideas en forma de partidos o representantes políticos, en vez de hacerlos pensar por sí mismos. Al final el acto de meter un sobre con un papel dentro cada cuatro años (para lo cual hay todo tipo de guías y facilidades) es lo único que tenemos que saber para gobernar un país. Ciertamente la “soberanía reside en el pueblo” queda muy fuera de lugar cuando se examina desde esta perspectiva.

La educación, por otra parte, como bien explican mejor que yo tanto Noam Chomsky como Ken Robinson, no sólo está diseñada en una época y contexto diferentes (la revolución industrial), sino que además deliberadamente por parte de nuestros gobiernos se hace para tratar de adiestrar a las personas directamente para un sistema competitivo de mercado, para crear trabajadores, y no gente informada. Recomiendo ambos discursos con vehemencia:


Como sabemos, antiguamente la gente era muy ignorante, pero la mayor parte de las personas entendía más o menos lo que hacía, y hasta cierto punto, informarse era vital para la supervivencia. Hoy en día ya no es tan vital, a pesar de que vivimos en la era de la información, lo que hace que la brecha entre los más informados y los menos, sea cada vez más grande. Por tanto, los que nos encontramos en la parte alta apreciamos cada día un embrutecimiento de la sociedad más y más grande. Esta falta de comunicación y entendimiento provoca gran parte de los problemas que tenemos en la sociedad actual, y resulta muy difícil solucionarlos sin un rediseño en profundidad no sólo de la educación y sus métodos, sino de la sociedad en sí.

Pero hay una esperanza. La sociedad evoluciona ideológicamente de la misma forma que evolucionan los seres vivos y el ADN. La gente se adapta a un nicho determinado, y si sobrevive, seguirá reproduciéndose y perpetuando sus ideas y sus genes. Si la gente no se adapta a una sociedad cada vez más cambiante, por culpa de la excesiva especialización, ante cualquier catástrofe o cambio radical tendrá menos tolerancia y probablemente se extinguirá. Esperemos que la extinción de ideas erróneas y falsas no conlleve también la extinción de los portadores de dichas ideas, y que de verdad la gente pueda abrir los ojos y evolucionar mentalmente a un pensamiento crítico sin morir en el proceso.

Adición: Efectivamente, nos estamos volviendo más estúpidos por haber llegado al pico máximo de sostenibilidad del sistema económico competitivo-capitalista. Aquí una buena explicación (sobre todo a partir de la segunda mitad del vídeo).